Esta semana fui invitado a participar en una reunión del grupo EUROLAT del Parlamento Europeo, para hablar sobre los conflictos que hemos estado viviendo en el Perú y de sus causas.
Defendí que, si bien
es cierto que todo comenzó con la tentativa de golpe de Estado de Pedro Castillo, los verdaderos motivos de toda esta situación son mucho más profundos
y se relacionan con factores histórico-sociales, con factores internacionales,
con la dificultad en lidiar con la diversidad étnico-cultural y con la misma
organización del Estado.
Tuve oportunidad
de desarrollar cada uno de estos temas. Sin embargo, en la sesión de preguntas aquella
en que los diputados europeos más insistieron fue esta. “¿Qué puede hacer
Europa?”
Comencé por
decir que el Perú no necesita del tipo de apoyo normalmente más pedido, que es
el financiero. El país tiene una macroeconomía fuerte, una balanza comercial
positiva e el Estado cuenta con 70,000 millones de dólares de fondos soberanos,
que no logra invertir, debido a la inestabilidad política y también a una
legislación laberíntica.
Si Europa no necesita
apoyar financieramente, hay con todo muchas cosas que puede hacer en el dominio
de la transferencia de políticas y de conocimiento.
El Perú es una
pequeña Europa. Territorialmente tiene cerca e un tercio del espacio de la
Unión Europea e culturalmente, tal como esta, una enorme diversidad, espejada
por ejemplo en sus 47 lenguas.
Ahora bien,
después de siglos de supremacía occidentalista y de racismo, en la década de
1960 surgen los modelos multiculturalistas, que buscaron afirmar el derecho y
el respeto por la diferencia.
El
multiculturalismo surgió con la buena intención de asumir la diversidad, de
retirarla del silencio histórico y de contrariar la supremacía de un grupo
sobre los otros. Pero su aprovechamiento como producto político contribuyó a
cerrar las diferentes culturas en si mismas, generando barreras en vez de
interconexiones. Por lo tanto, es preciso que sea sustituido por una
interculturalidad que tienda puentes y no desconfianza entre peruanos. Pero
esta, si ya es parte del léxico académico y político, está aún muy lejos de ser
construida.
En mi opinión,
es precisamente en este dominio que la Unión Europea puede apoyar al Perú. La
construcción de Europa es un caso de suceso de diálogo entre naciones y
culturas que se guerrearon durante siglos. Teniendo el Perú un problema con la
difícil gestión de su diversidad, esta experiencia puede ser de gran utilidad.
En ese sentido,
tuve la oportunidad de hacer una sugerencia muy concreta. En Europa existe un
programa de movilidad de universitarios conocido como “Programa Erasmus”. Este
instrumento permite que estudiantes de todas las universidades europeas puedan
estudiar durante un año en cualquier otra fuera de su país.
El Perú tiene
cerca de 1,4 millones de estudiantes universitarios. Pero, quien conoce la
realidad nacional sabe que la mayoría ingresa a universidades de su misma
región y intenta después encontrar trabajo cerca del local en donde nació. O
sea, el desarrollo de la interculturalidad en los más jóvenes, a través de una
circulación entre universidades de distintas regiones, podría ser una
oportunidad que se está perdiendo.
Todos los
europeos conocen el “Programa Erasmus”, lo que hizo y lo que sigue haciendo por
la creación de un espíritu europeo. En mi opinión, aquello de que el Perú más
necesita en este momento es de crear un espíritu peruano, en donde las
diferencias sean asumidas y aceptadas, pero no se transformen en barreras al
otro.
El conocimiento
que la Unión Europea alcanzó en la construcción de puentes entre sus naciones
puede, así, ser su mayor contribución al
Perú.
Luís Novais
Foto: Guillaume Maurice